"Después de asumir el riesgo de buscarme, y descubrir que él y
yo éramos los mismos acepté el riesgo de aceptarme a mi. Entonces, las voces del miedo ya no me advirtieron nada mas y un nuevo estado mental me hace menos dependiente, mas libre. Ahora vivo, es mi opción. Por hoy yo tomo la decisión."
Gloria Cuartas Montoya

domingo, 25 de noviembre de 2012

EL ABASTO NO ES UN BARRIO



 Ese lugar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, conocido por la existencia de un shopping, no es un barrio y tampoco recibe su nombre del centro comercial. En realidad el nombre lo heredo del Mercado Central de Abasto que funcionó en esa manzana delimitada por Corrientes, Lavalle, Anchorena y Agüero hasta 1984.
El Abasto es como una zona de “Triple Frontera”, por varias razones. Desde el punto de vista geográfico limita al norte con Almagro, al Este con Barrio Norte y al Sur con la Estación de Once. En realidad forma parte de Balvanera igual que la estación de ferrocarril, pero no se amalgama con los bordes, se recorta en unas pocas cuadras. Viamonte, Gallo, Ecuador y Perón (esta última hasta la esquina con Ecuador).


Su arquitectura es una  mezcla de pocos edificios de departamentos con construcciones de  70 o más años, hoteles, pensiones, casas chorizo y algunos  edificios de tres o cuatro pisos que todavía quedan.
Pero la razón más importante por la que da esa sensación de movimiento permanente, de lugar que no duerme donde siempre hay alguien que se desplaza, es la diversidad de culturas. Dicho de otro modo la mezcla, la extraña convivencia de peruanos, senegaleses, mujeres dominicanas, jamaiquinas, judíos ortodoxos, algunos bolivianos y los infaltables comerciantes chinos y seguramente algunos más, porteños o de nuestras provincias que se mimetizan.
El Abasto no es un barrio, pero si tiene una identidad propia, encerrada en esas pocas cuadras que seguramente los miles de visitantes que van a los comercios de primeras marcas del shopping, al patio de comidas o a la cadena de cines no conocen. Como tampoco los cientos de turistas que cenan y escuchan tango en “La Esquina Carlos Gardel”.






GUIA PARA DESPREVENIDOS

Hace pocos días quedo inaugurado el Corredor Peruano, un circuito gastronómico y turístico que tiene su centro en la calle Agüero frente al Shopping del Abasto. Desde Corrientes hasta Lavalle los restaurantes de comida peruana ofrecen pollo a las brasas, chifa, mariscos, comida criolla, ceviche. La parrilla “El Fogón”, “Mochica chicken”, “Lo de Lucho y sus amores rincón criollo III”, “Lun Fung comida peruana”, “Zodiaco” y en la esquina de Lavalle el “Mamani”. Del otro lado de Corrientes en frente del mítico Teatro “De la Fabula”, están “La Flor de la Canela” que es un bailable, “Hui Kang Lio” el rey de la comida peruana (con una aclaración, esta desde 1999).
En la otra cuadra a la mitad, sobre una serie de depósitos abandonados hay un altar. Una casillita negra, como cucha de perro, con una estatuilla adentro y al lado un cuadrado de tierra de un metro por un metro con  plantitas que parecen especias. Arriba un plástico para protegerlas del frio, una bandera argentina de esas como llevan los chicos a la escuela en las fiestas patrias y una bandera negra. Una imagen estampada en blanco en esta última, la de San La Muerte y una inscripción sobre la casilla que guarda la estatuilla que dice: “Al Señor de la Buena Muerte”.
_Este protege a los pibes del barrio, los vagos pasan y le hablan al santo, se encomiendan antes de salir gira. _Comenta Sandro, así quieren que lo llamen y de hecho se parece mucho al gitano, mientras acomoda las flores de un jarrón del altar.
Siguiendo por Sarmiento entre Jean Jaures y Anchorena esta el Centro Cultural Konex, en el predio que ocupaba una aceitera. Todos los fines de semana y desde hace ya algunos años  lugar de convocatoria de jóvenes que llegan de distintos barrios de capital y provincia y también de un importante número de turistas residentes transitorios que buscan “experiencias y expresiones del subdesarrollo”.
Los lunes por la noche la cuadra se llena, hay vendedores de “tortas especiales”, la previa en las veredas con botellas de cerveza, trapito
que avisan que no hay más lugar y mandan los coches a la vuelta. El 146 que toca bocinazos porque no puede pasar. Las luces de led azules del patrullero (de la federal) que parpadean parado en esquina del café “El Apóstol”, tratando que los chicos se suban a la vereda, pero en realidad que los coches se desvíen.
 En la otra vereda, frente a la funeraria “Monserrat”, en la puerta del Hotel un grupo de senegaleses se mezclan con dos dominicanas de prominentes caderas y pantalones blancos que transparentan la ropa interior, todos ríen. Hoy como todos los lunes desde hace más de un año toca “La Bomba de Tiempo”.
Cruzando Corrientes (siempre por Jean Jaures), cambia la música. La percusión de los tambores del Konex, o la cumbia que sale del edificio tomado en la esquina de Valentín Gómez, se transforma en un tango de Alfredo Morán al pasar por la pizzería “La Recova”. Llegando ya al pasaje Zelaya la cara de Gardel pintada sobre la persiana de la esquina y recreada en azulejitos en el pasaje por el pintor Santa María, preanuncian que estamos cerca de la casa donde vivió el cantor.
A unos metros en Jean Jaures 735 está la casa-museo y toda esa cuadra muestra frentes fileteados. El teatro-bar “Guapachoza”, lo que quedo de una Casa Radical sucrusal 9 Balvanera, un local “El Morocho del Abasto”.
Este límite lo cierra el restaurant “La Viñas” en esquina Viamonte ,que sirve cuatro menús fijos, siempre lleno y donde los mozos despiden con un  beso a los clientes.
Volviendo por el pasaje Zelaya, en la esquina el  Teatro Ciego ofrece el “Sueño de los Elefantes”, y aclara  “lo que ves cuando no ves”. Más allá enfrente del teatro el Cubo, otro altar. Esta vez la casillita es roja. Adentro tiene velas, bebidas, cigarrillos y una estatuilla del Gauchito Gil, al lado una foto, una fecha 13 de mayo del 2007 y un nombre Juan Murillo QPD. En la esquina de Anchorena esta “Cátulo”, tango, cena show. Placas sobre la pared “Las aves del viejo plumaje”, algunas de sindicatos, el gobierno de la ciudad. En la vereda un mármol negro con la letra de “El último Café”, sobre la pared “Tinta Roja”.
Pasa un hombre silbando, le dicen el silbador del Abasto, se lo escucha desde una cuadra, retumba en la soledad del pasaje y se puede entender claramente lo que silba:
-Llega tu recuerdo en torbellino,
vuelve en el otoño a atardecer
miro la garúa y mientras  miro,
gira la cuchara de café.

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